Una sola vez y para siempre

En el tabernáculo había mucho mobiliario y cada pieza cumplía un propósito distinto. Sin embargo, no había ni una sola silla. ¿Sabes por qué? ¡Porque el trabajo del sacerdote nunca terminaba! El pueblo pecaba constantemente, así que era necesario sacrificar corderos continuamente para expiar sus pecados. No obstante, cuando Jesús murió, resucitó y regresó al cielo, lo primero que hizo fue sentarse (ver Heb 10:12). ¡Y fue así porque la obra de salvación estaba terminada! La Biblia dice: <<Ni entró en el cielo para ofrecerse vez tras vez, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena… Al contrario, ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo>> (Heb 9:25-26). Y gracias al sacrificio de <<una sola vez y para siempre>> de Cristo, tú tienes acceso directo a Dios en cualquier momento. Tan pronto dices: <<Padre, vengo en el nombre de Jesús>>, eres bienvenido y todas tus necesidades son satisfechas. Se cuenta una historia de los días de la Guerra Civil sobre un soldado que estaba sentado en un banco frente a la Casa Blanca y que lucía deprimido. Un niñito se detuvo y le preguntó qué le pasaba. El soldado le dijo que necesitaba ver al presidente Lincoln pero los guardias no le permitan entrar. Cuando escuchó esto, el niño lo tomó de la mano y lo llevó directamente hasta la oficina del presidente. <<Papá>>, dijo, <<este hombre realmente necesita hablar contigo>>. Aquel niño era el hijo del presidente, y tenía acceso directo y continuo a su padre. Y como le perteneces a Jesús, ¡tú también lo tienes!

<<Cristo se presentó una sola vez y para siempre>>.

Hebreos 9:26

Si eso hubiera sido necesario, Cristo tendría que haber sufrido la muerte una y otra vez, desde el principio del mundo; pero ahora, en el fin de los tiempos,^[a] Cristo se presentó una sola vez y para siempre para quitar el pecado mediante su propia muerte en sacrificio.

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