Dar frutos y compartir frutos
Dar frutos y compartir frutos
Cuando hablamos sobre «el fruto del Espíritu» nos referimos a estas nueve cualidades del carácter: «amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio» (Gá 5.22-23). Estos frutos no son para «exhibirse», sino para compartirlos con otros; de lo contrario, no son mejores que los frutos que ni siquiera han crecido. Imagina que manejas al mercado agrícola decidido a comprar vegetales frescos. Ves tomates, calabazas, pepinos y distintas variedades de ajíes… todo lo que necesitas y mucho más. Tan pronto comienzas a seleccionar tus productos, el granjero dueño, del puesto te dice: «Lo lamento, estos vegetales no están a la venta. Simplemente me gusta cultivarlos y disfruto mirarlos hasta que se pudren. Después los boto». ¿Qué? Posiblemente nunca te has topado con una situación tan absurda, y es muy probable que jamás te ocurra. Y es así porque los granjeros y los clientes saben que los vegetales son para consumirse. Sin duda, es un placer mirarlos, pero el propósito divino para su creación es dar nutrición y salud. Si todo lo que hacemos es ir a la iglesia y predicar sobre los frutos, analizar los frutos y examinar los frutos de cada cual, estamos fallando miserablemente. No es suficiente dar fruto, tenemos que compartir ese fruto con otros, para que sean bendecidos e impactados por el reino de Dios. Pablo escribe: «Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás» (Ef 2.10 NTV). Dar frutos y compartir frutos son las dos caras de la misma moneda espiritual.
Mateo 7.20
Así que, por sus frutos los conoceréis.
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