El fruto del Espíritu Santo – El Amor
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” Gálatas 5:22-23
El amor es la dimensión unificadora del fruto. ¿Cómo definimos el amor? DIOS, es la respuesta, porque Dios es amor. El mundo sufre por la falta de amor, esa falta de amor que sólo Jesús puede dar.
Hay tres tipos de amor:
- Amor ágape: Es la clase de amor que Dios tiene. Es un amor incondicional. Es el amor que nos sana y echa fuera el temor. Si no tenemos amor somos metal que retiñe o címbalos resonantes. El amor ágape nos lleva a amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente; es el tipo de amor que se entrega para darlo todo y recibirlo todo, así como lo hizo Jesús, que su amor nunca se agota, que fue capaz de ir a la cruz y que nunca nos abandonará. Debemos buscar que nuestro amor se mantenga y crezca en el Señor. Efesios 3:17-19
- Amor filial: Es el amor fraternal. Dios nos insta a tener esa clase de amor que busca la oportunidad de dar, no piensa en hacer el mal a su hermano, sino sólo el bien. Es la amistad que debemos buscar entre nosotros. Es la Voluntad de Dios que amemos aún a los que no son tan amables o corteses como quisiéramos, o los que no piensan como nosotros (1 Juan 4:12)
- Amor eros (o físico): Es el que tiene que ver con nuestros sentidos y pasiones. Dentro del matrimonio este amor es puro, pero siempre tiene que ser un desprendimiento del amor ágape, porque sin Cristo, como el mundo lo ve llega a ser egoísta, temporal y aún lujurioso.
El amor tiene tres direcciones.
- Amor a Dios: Es el primer mandamiento. Es el amor que nos hace rendir ante Él. Amamos a Dios porque Él nos amó primero (1 Juan 4:10)
- Amor a mi prójimo: Es el segundo gran mandamiento. Es el amor que edifica y no destruye (1 Pedro 4:8)
- Amor a mi mismo: Dice el segundo mandamiento “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Debo creer, pues la Palabra de Dios me dice, que somos amados por Él (Jer 31:3); perdonados por Él (Ef 1:7); aceptados (Ef 1:6); victoriosos (Ro 8:37). Si tengo de mí el concepto que Dios quiere que tenga, podré entonces amar a los demás aceptándolos como Dios hace conmigo.
La preeminencia del amor
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” 1 Corintios 13:4-7
La persona que tiene amor ágape renuncia a sus derechos para preocuparse primeramente de los demás y soporta en amor, no grita, ni maldice, sino que sabe que está para bendecir. Es obediente y sabe perdonar. Se duele de la injusticia, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
¡ Éste es el tiempo para amar !
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros como Yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos si tuvieres amor los unos por los otros”. Juan 13:34-35