Dedíquense a la oración
En el 1964, los rebeldes simbas sitiaron la provincia de Bunia en Zaire, y arrastraron y ejecutaron a muchos ciudadanos. El pastor Zebedayo Idu fue una de sus víctimas. Los simbas lo sentenciaron a muerte frente a un pelotón de fusilamiento y lo encarcelaron por una noche. A la mañana siguiente, los amontonaron a él y a muchos otros prisioneros en un camión y los llevaron a un lugar público para ejecutarlos. Sin darles ninguna explicación, el oficial les dijo a los prisioneros que <<formaran una fila y se enumeran… uno, dos, uno, dos, uno, dos>>. Los <<unos>> terminaron frente al pelotón de fusilamiento, y a los <<dos>> los regresaron a la prisión. Pastor Idu estaba entre los que sobrevivieron. De regreso en sus celdas, los prisioneros podían escuchar el sonido de los disparos. El pastor aprovechó el momento dramático para contar la historia de Jesús y la esperanza del cielo. Aquel día, ocho prisioneros entregaron sus vidas a Cristo. De pronto, un emocionado mensajero llegó a la puerta con una orden de liberación. Al pastor lo hacían arrestado por error y podía irse. Se despidió de los prisioneros y fue de prisa a su casa, al lado de la capilla. Allí encontró a una multitud de creyentes que estaban orando por su liberación. Cuando vieron entrar por la puerta la respuesta a sus oraciones, el servicio de oración se convirtió en un servicio de adoración. El mismo Dios que escuchó las oraciones de la iglesia en la Jerusalén del Nuevo Testamento y salvó a Pedro de la ejecución, también escuchó oraciones de Zaire y liberó a su pastor (ver Hch 12:5). Y Dios sigue escuchando, ¡entonces sigue orando!
¡Sigue Orando!
Colosenses 4:2
Dedíquense a la oración con una mente alerta y un corazón agradecido.
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